“Reflexiones”
Por José Antonio Brenes. Documentalista
Desde la absoluta convicción de la individualidad humana, de que no todas las personas se encuentran en plenitud de facultades para poder habitar y disfrutar nuestras capitales tal y como hoy día están concebidas, es preciso que hagamos ciudades accesibles para todos, y no negar la posibilidad de una existencia digna y normal y a la que tienen derecho, a los miles de ciudadanos con alguna discapacidad que día a día intentan sortear las grandes barreras que limitan sus posibilidades y anulan sus derechos al trabajo, al deporte, a la diversión o a la cultura
Una ciudad accesible, desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, sería aquella en la que cualquier persona pudiera integrarse totalmente en ella. La accesibilidad posibilita el poder llegar, entrar, salir y utilizar los edificios públicos, los domicilios particulares, las superficies comerciales, los espacios de ocio, los lugares de trabajo, etc. y permite a toda la población participar en las actividades sociales y económicas para las que las metrópolis se han concebido.
El primer paso para conseguir la plena integración social de las personas con discapacidad es la supresión de todo tipo de barreras, siendo éstas:
- Arquitectónicas: Accesos de los edificios públicos y privados con un desnivel inapropiado, puertas estrechas o de tipo giratorio, escaleras con altos peldaños y sin pasamanos, pasillos angostos, rampas inadecuadas, inexistencia de ascensores o con dimensiones insuficientes, suelos irregulares o deslizantes, aseos no adaptados o inaccesibles, ventanillas, mostradores e interruptores situados a excesiva altura, etc.
- Urbanísticas: Aceras inexistentes o estrechas, calles con excesiva pendiente, pavimentación irregular, deslizante o en mal estado, zanjas sin proteger, bordillos altos, inexistencia o mala señalización de los pasos de peatones, señalizaciones verticales, farolas o papeleras en mitad de las aceras, quioscos y terrazas de bares ocupando zonas peatonales, automóviles y motocicletas mal estacionados, escasas plazas de aparcamiento reservadas a los vehículos de discapacitados, etc.
- En los medios de transporte públicos: Accesos demasiado elevados y con pasillos estrechos, etc.
- Y por último, supresión de las barreras sensoriales, que imposibilitan la recepción de mensajes a través de los medios o sistemas de comunicación para las personas con deficiencias visuales o auditivas.
Las soluciones a estos problemas no son tan difíciles de adoptar y, a modo de ejemplos, pasarían por construir accesos a los edificios sin peldaños, con una adecuada inclinación de las rampas y con pasamanos a doble altura, puertas suficientemente anchas y sin cerraduras que exijan ambas manos para abrirse, ascensores amplios con pulsadores colocados en lugares de fácil alcance desde una silla de ruedas, pasillos espaciosos y de fácil maniobra, aseos antideslizantes, correcta señalización de los rótulos informativos con un tamaño adecuado, iluminación suficiente y con señales sonoras, dotar de señales acústicas todos los pasos de peatones, conveniente señalización y protección de las obras en la vía pública, teléfonos y fuentes de uso público a una altura no superior a un metro, etc, etc. En el fondo, todo se reduce a aceptar a los discapacitados y a contar con ellos en la planificación de las ciudades.
Aunque existe en España legislación al respecto (1) aún hay mucho que avanzar y Granada, en este aspecto, no es una excepción. Un simple paseo por sus calles nos demuestra que queda un largo camino por recorrer para conseguir la Accesibilidad universal.
Pero no basta con grandes discursos ni sesudos escritos. Ni la supresión de las barreras físicas lo es todo ni la implicación de la Administración es suficiente. Es preciso algo más, es indispensable la buena voluntad de todos para eliminar de una vez y para siempre las barreras y prejuicios sociales, auténticos obstáculos insalvables que coartan la actividad y la vida de miles de personas, vencer la ignorancia, la indiferencia y el rechazo a la plena integración de las personas discapacitadas como elementos activos y participantes de la sociedad.
(1)
- Ley 13/1982, de 7 de abril, de Integración Social de los Minusválidos. Título IX. Sección I. Movilidad y barreras arquitectónicas.
- Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad.
- Real Decreto 505/2007, de 20 de abril, por el que se aprueban las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación de las personas con discapacidad para el acceso y utilización de los espacios públicos urbanizados y edificaciones.
- Real Decreto 1544/2007, de 23 de noviembre, por el que se regulan las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación para el acceso y utilización de los modos de transporte para personas con discapacidad.